Aliento floral
jueves, 4 de febrero de 2016
miércoles, 10 de abril de 2013
martes, 4 de septiembre de 2012
Mientras avanzaba, dejaba su reloj gris-azulenco de números que por lógica se podían deducir, y que en tiempos incómodos, Ryan se lo había obsequiado. No necesitaba sus horas, no necesitaba dependencias, sino dejarse tomar por la naturaleza que la llevaba a sus exasperantes convicciones.
Estela produjo la mirada al escenario donde su cuerpo la estaba metiendo, no había luminosidad, no había árboles ni caminos de tierra, no había personas ni casas vecinas, tal como ella quería, así, y de esta forma, volvía a caer en sus memorias. Sus ropas floreadas y abundantes, hechas por el modelo señorial de su madre, y ahogadas en sus recuerdos, terminaron por impedir que se moviera, obligándola a dejar de respirar, y dejándola a expensas del tacto y el mar.
“Vida, la vida misma sin cara”, susurraban sus lágrimas bañadas de coral. “No hay vuelta atrás, Ryan”, sentía cuando cerraba sus ojos. Apartaba sus sesenta y cinco lejos de la masa, del aguante y de la adaptación, estuvo siempre lista, sin embargo, un oleaje tosco le prohibía seguir en su realidad. De pronto, sentía su cuerpo como un bulto que era llevado por una fuerza extravagante. Estela comienza a elevarse y es cargada al otro lado del sendero. Su rostro cobraba respiración y sus ropas pesaban el doble, apenas abría los ojos, y notaba que es halada hacia la orilla. No era más que William, el perro anciano de Ryan, que siempre estuvo a disposición de su amo y Estela. Aquel can dejaba a la mujer acostada en medio de la arena, mientras que ella pensaba en las insistencias absurdas de su marido, quien que le exigía permanecer por todos esos años de convivencia.
“Ryan, miserable,” pronunciaba su voz húmeda, y miraba al can como a un delincuente. Se sentía fracasada como nunca. Por su parte, William trataba de animarla y tironeaba de sus ropas para llevarla de regreso a la prisión de Estela, aquella jaula en que vio por última vez el amor de su marido.
domingo, 10 de junio de 2012
Me detuve, me enloquecí, me caí de nuevo.
Un huevo cocido para el hambre.
Y yo pienso que el trayecto diario no es mi vida, solo respiro porque los demás lo hacen.
Hacer, hacer, hacer.
Luego me acuesto y todos dejan de existir.
Así es la cadena de los otros, los ineptos, y yo la tonta me disfrazo de señora
y recelan mi chaleco de época.
Todos saben que existo, pero no me ven, huyen y solo miran.
Qué bueno que la ignorancia que tengo puede ser olvidada desde un "poema".
jueves, 8 de diciembre de 2011
de frente
domingo, 4 de diciembre de 2011
Y apenas se abren los ojos
ya está frente a mí
ya está frente a aquéllos
el paisaje del habla sin boca
el del tacto sin manos
el del sentir sin sensibilidad
el del susurro sin aliento
Al lado del espejo
se ven como una pasa
como un polvo
como sin rastro
con los pies tardíos
y la cara sin registro
aquí mismo
dentro la tierra
ahora que pisamos nadie
ahora que oímos nada
ahora que seremos nadie
Y con falso afecto
somos nada
porque respiramos
del avance
Y apenas se abren los ojos
las plantas lloran
la raíz se pudre
el jardín se ciega
porque sin avance
no se es florido
y no cabe en el mundo
la curva más grata de las féminas
ni la fuerza efímera del masculino
Las máquinas ya existen
mi arraigo se cae
y el de aquéllos está perdido
perdido queda
el nombre
perdida se muestra
el alma
perdido queda
el resto
perdido queda
el sentido
y la de aquéllos
se convierte en mierda
bajo el pensar desierto
que hace épocas
nos domina
las máquinas ya existen
y dentro de nosotros se quedan