BLA BLA

domingo, 27 de diciembre de 2009

La cama





Día:

La luz cuyo reflejo estaba en el ventanal de nuestro cuarto, fue la alarma de recordatorio, e hizo que me levantara antes que todos. Aproveché de revisar el calendario para estar segura que hoy era distinto a los demás días.
Eran las ocho de la mañana, salí de la casa de Gonzalo a buscar conchitas de mar, comprar botellas de jugo Wats y recortar unos cuántos gladiolos del jardín de mi amigo. De vuelta me vine marcando mis huellas en la arena esponjosa y húmeda que encubría por completo mis pies. Iba a paso mas menos rápido, tenía que lograr llegar a casa con mi plan casi terminado, pero la idea era que nadie se despertara. Yo quería despertarte con una sorpresa.
No dejaba de sentir la brisa marina en mi rostro, revoloteando mi cabello por todos lados, dejándome ciego el andar e introduciéndose en mi boca. Al despejarme la vista pude divisar con detalles el paisaje que estaba viviendo, y era cierto que lo que estaba ocurriendo no era un sueño. Era tan verosímil como mi respiración por ti.

La casa de Gonzalo se veía tétrica desde una distancia, pero era admirable. Entré sigilosa y vi a mi amigo con su novia dormidos y abrazados en el sillón junto a los restos de cerveza y canapés de la noche anterior. Por el otro lado de la casa estaban las escaleras que llevaban a las habitaciones y sentía los ronquidos y respiraciones de mis amigas. Me quedé tranquila del todo sabiendo que ni el ruido más brusco te molestaría, puesto que tu lucidez era en esos momentos mi mejor cómplice.

Me dirigí a la cocina, saqué una bandeja púrpura, la cubrí con un pañito amarillo en el centro. Los gladiolos los puse en un costado, tosté unas marraquetas y las tapé con mantequilla acostándolas en un plato de cerámica. Serví dos vasos de jugo Wast refrescantes. Una vez listo, me fui cuidadosamente a las escaleras. Me topé con la novia de Gonzalo, iba hacia el baño y me observó interrogativamente. Sólo le guiñé el ojo y que le pedí no dijera nada. Ella tocó mi mejilla, me sonrió y se fue.

Subiendo los peldaños, recordaba cómo habían sido las cosas en doce meses atrás. Eran los mismos nervios del primer día. Y llevaba algo también en mis manos que no era un desayuno. Si no una cajita hecha por mí, demostrándote la importancia que te tengo. Llegué a nuestra habitación y te veías tan hermosa cubierta con las sábanas, parecían mimetizarse con la blanca piel que tanto me gusta. Por un momento casi olvido de mi destino, pero retomé todo cuando por causa de mi temblor, se escuchaban los vasos y el plato. Dejé la bandeja en el velador, acomodé la ocasión abriendo las cortinas para que todo estuviera iluminado para nuestro reencuentro matinal. Me acerqué a ti y te besé la frente. No parecías reaccionar y fue entonces cuando te destapé y abriste los ojos alegando al vacío que tenías frío. Me reí tanto que te levantaste sin percatarte en nada más que mi risa. Parecías molesta, ibas a tomar la sábana para cubrirte. Fue ahí donde tomé la bandeja y mostrándotela te dije " feliz aniversario mi amor".


Tarde:

Ninoska y Andrea nos fueron a buscar para ir a la playa y disfrutar del sol radiante que esperaba por nuestros cuerpos, mientras que Ivonne y Francisca andaban en bicicleta por algún lugar del Quisco. Terminamos de ordenar algunas parafernalias y fuimos con las muchachas. Caminando hacia el mar me fui conversando con Andrea y me hacia un tipo de entrevista, sus palabras me sonrojaban. No sé qué conclusiones quería sacar pero huevá que le respondía se reía y me decía lo feliz que se sentía por mí. Le alegraba que yo estuviera bien. Sólo le agradecí.

Todavía tengo tu rostro de confusión nerviosa cuando estabas con Ninoska y se encontraban debajo del quitasol. Nunca me contaste lo que hablaron pero de seguro se puso de acuerdo con Andrea para entrevistarnos. Yo jugaba a las paletas con Andrea y en eso llega Ivonne con Francisca con una malla enorme y una pelota de volleyball. El juego era obvio y justo éramos seis personas porque Gonzalo y su novia se quedaron en casa preparando la cena.

Al final jugamos las cinco, no quisiste jugar con nosotras porque temías quemarte. Miraste cada uno de mis movimientos, causando la desconcentración de mis actos y las burlas de mis amigas. Sólo reías y siempre mirándome.
Cuando eran un poco más de las diecisiete horas, nos fuimos a bañar. Claro que yo preferí quedarme contigo, y sólo mojarnos lo pies, ya que me dio un poco de susto ver en un lado de la playa la flameante bandera roja. Lo que fue una falsedad, durante todo el rato que mis amigas se bañaban, las olas no anunciaba su enojo, cesaron y el mar era un inmensa piscina.
Te llevé a dar una vuelta por las orillas de la piscina, tú como siempre, andabas con un palito de madera para tu ociosidad. De repente pediste que me cubriera los ojos, que sacara mi cámara fotográfica (esto último que me dijiste me sorprendió porque no te gusta) y que me diera vuelta por unos segundos. No pensé en nada, sólo respiraba el olor de las rocas que se encontraban a unos metros de nosotras.
Cuando me volteé viniste corriendo hacia mí y me besaste, apuntaste hacia el suelo y habías dibujado un corazón gigante con nuestros nombres. Nunca más diré que llevas el palito por ocio.


Noche:

Nos pusimos afuera de la casa de Gonzalo a eso de las veintidós con cincuenta, en una especie de círculo. Me pasó una guitarra, me puse a tocar y todos cantábamos, bebiendo y fumando como condenados, contando una que otra anécdota causando la euforia por todos lados. Andrea comentaba unos chistes que generaron el llanto de Ivonne a puras carcajadas.

El viento potente de la noche me puso pálida y tú estabas friolenta. Ninoska estaba igual que nosotras. Y optamos por entrar a la casa, claro que mi amiga entró a buscar un chalcito y salió al bochinche con los demás.

Tú subiste rápidamente por los escalones, yo por mientras pasé a la cocina por un poco de agua. No sé, me sentía rara, con vergüenza, algo pasaba por mi cabeza. Era en estos momentos donde más se presenciaba lo diferente de este día con los otros.
Subí a nuestra habitación y te vi mirando la luna por el gran ventanal. Fui hacia ti y te abracé por la espalda, te hice masajes. Pedí que cerraras los ojos y que te relajaras. Me estuviste mencionando no se qué cosas, la verdad nunca las tomé en cuenta, estaba demasiado concentrada en tocar tu cuello y hombros. Pero escuché que te reías, te producía cosquillas.

De la nada nos pusimos frente a nuestra cama, como lo hicimos los dos días anteriores, pero esto fue distinto. Me leíste la mente y yo la tuya. La casa no sonaba, las voces de los demás eran un canto en degradé. Para no parecer estúpida la escena me tiré de guatita en la cama y dije cínicamente " tengo sueño". Y tú solo te pusiste a mi lado en el otro extremo de la cama ¿Qué pasaría ahora?
Estábamos solas, completamente aisladas, se mantuvo ese sueño, ese pensar durante todo un tiempo de lindos y malos momentos, que fueron superados con el amor que nos entregamos.
Y fue así que comenzamos a conversar, a reírnos y molestarnos. Entre comentarios te acaricié la mejilla, que por cierto estaba muy fría y la besé.
Me quedaste mirando sin pestañar y lograste sonrojarme como lo has hecho siempre, y me besaste los labios.
Los besos eran un vaivén de emociones combinadas, que producían en ambas los cosquilleos en nuestros cuerpos. Nuestra respiración comenzaba a agitarse por cada caricia que se iba generando. En un susurro te escuché decir que el frío de a poco se iba y que sentías el calor que te transmitía. Tomaste mis manos y me las pusiste en tus pechos, tú me acariciabas el pelo y los besos nunca más cesaron.
No sé cómo logré apagar las luces, porque en un pestañeo estaba todo oscuro. Y solo nos escuchábamos nosotras.
Te desvestí y tú a mí, como un juego de disfraces. Nos tapamos con la sábana mimetizante y te sentía, te sentía más allá de como siempre te he podido sentir. Ya no era la respiración agitada, eran nuestras voces que formaron la sinfonía de la noche.
Y fue que comprendí, que hacer el amor contigo era estar en un cuento de hadas. Un cuento tan mágico y real como las otras historias que describía de esta misma manera en un tiempo atrás.






Mi amor, eso soñé cuando vi la cajetilla que un día se te quedó en la casa de mi prima. Nuestra cama.

domingo, 20 de diciembre de 2009

A trabajar

Soñé que segaba el aire de tus dedos
y gustaba saborear el apósito de tu aliento.
Las fragancias que sumé cuando besé tu vientre
en una puerta marrón con un chillido de picaflor en celo.

Desperté hacia el techo sin los pantalones,
me los regalaste en primavera. Y la contrariedad
de tus ojos y palabras al querer tocarme los pechos,
que transpiraba en tu consciencia.

Me vestí con el viento entre tus piernas y
el agua a río vivo podando el bello agresivo.
Con mis uñas al rasguño de golpearte el cuello
excitado.

Café preparado y tostada crujiente,
esa mantequilla en mi lengua. Cuando
tu saliva junto a la mía eran la pasta perfecta
en la cena de aniversario. Y te seduje con el baile
del perrito.

Tomé las llaves, la alarma sonó, ya todos
estaban despiertos. Esos orgasmos
que te hice estallar en aquel cochecito
del suegro.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

She-.

Pétalos forman su cabello oscurecido,
armando la tonalidad de sus labios rojizos y
uniendo cavidades deseadas,al roce del agua que alimenta la
luz y sombra de su cuerpo querido. Su mirada
inspirada en belleza traslucida, con las
nubes refractadas de sus sueños y
amoríos.


viernes, 4 de diciembre de 2009

Cassette

Como quisiera decirte , lo que llevo aquí adentro...
Se le vio caer por todo rincón abrumado, por cada sonido envidioso. Ella no dice.
Eso que tocaron con la lengua de sus manos, el día nublado. Ella aislante.
La ejemonía constante de uno sobre otro y la distorción apática de sus llantos. Ella no actúa.
Y se entiende la proverbialidad de ese panorama neutral. Ella es.
Clavado como una espina, así va pasando el tiempo...
Unos árboles naranjos, unas luces violetas, un auto amarillo. Él pusilánime.
Salió media luna en la concavidad de su ombligo, de sus pechos, de su rodilla. Él ahí.
Correr, y buscar. ÉL perdido.
Sin atinar a decirte, lo que a diario voy sintiendo...
Adornos de trapo, animal retraído, trastorno en el pecho. Ellos no.
Habrá celajes en aliento, tesura interminable, deseos. Ellos miran.
Dar suspiro en el vientre con la yema de los dedos. Ellos, ellos.
Por temor quizás a oírte, cosas que oírte no quiero...

Como quisiera deicrte; decirte cúanto Te Quiero, como un final de cuentos...

Rebobiné y comencé otra vez.