BLA BLA

martes, 16 de febrero de 2010

Ya vengo.

Mañana me voy a la octava región. Desde que tengo uso de razón voy con mi familia a la ciudad de los Ángeles, se pasa bien, es otro ambiente, la tranquilidad te desaloja de tus hábitos queriendo transformarte en una parte más allá de los paisajes, el viento, la lejanía y del pensar. Siempre ha sido igual, incluso cuando se va contra voluntad, o sea, como ahora.

Contando unos años atrás, desde que tengo trece años, el encanto por alojar allá me aprieta el pecho. Quizá la niñita ya tiene sus cosas , sus recuerdos, sus amores y dolores. Un sin fin de numerosas y numerosos estados, pensamientos, epifanías que la detienen de tan encantador lugar. Tengo recuerdos buenos y malos, es increíble el poder de lo malo sobre lo bueno; si en un tiempo ambos están equitativos el que sale a flote en tu memoria es lo malo, te saca de sí cuando más tienes tristeza, la realidad es la negatividad misma, cuyo sicoseo no te deja jamás en paz. Sobre todo cuando se es decisivo y cuestionable.

Este año es el más complejo de los otros, ya no es de querer o no querer ir. Tengo el don de la palabra, el deber es mío y nadie se entromete nada más que para mirarte con el acongojamiento mismo y la serenidad de los abrazos, pero es cuando más notas la diferencia de estar en Santiago y fuera de éste. Tener que soportar más lo habitual, no obstante me hace reaccionar fermentalmente y saber por qué realmente tuve gato encerrado.



Crayones, libreta, muñeca de trapo, guitarra, filmadora, guía de matemáticas, cuaderno, libro de literatura, retraro, cartas, fotos, despertador,anteojos: cafés, celestes y negros, cigarros, maquillaje, pañuelos de la playa. Mochila unamúnica.






sábado, 13 de febrero de 2010

Rostro mío

Ni la mayor distracción hace posible que te disgregue de pensamientos por un momento. La controversia que el ambiente tenso hacen de mí una muchacha débil y sin movimientos. Voy perdiendo cada parte de mí por esta situación, que a la vez tuvo que haber pasado para caducar el tema de una vez. Pero me dejan sin nada con autoestima por debajo de la tierra, con al ahogamiento entre mis pulmones, sin poder llorar como quisiera, porque ni la gota más gruesa de tristeza me alivia. Y lo único que me da fuerzas para soportar tanto jaleo es que estás tú, en mente, cuerpo, alma y corazón.

Todos estos días se vuelven tediosos, depresivos, con el toque amargo que me hace estar más sola, más escondida, buscando cualquier rincón abandonado. Escuchando mis grupos favoritos, música clásica, observando lo primera división cercana a mis ojos. Y qué increíble es que todo se refleja en ti. Me despierto y siento tu olor en mi cubrecama, con la muñeca abrazada a mí. Voy al baño, me miro al espejo y mi cara idéntica a cuando nos amamos más, el pijama, cuando tomo desayuno es sentirte al frente con tu taza de té en mano y mirándome de reojo y viceversa.

Mi estómago sonando y gritando despavorido pero no de dolor, te recuerda a cada minuto y lo hace saber, te hace recordar cuando cuidaste de mi malestar esa tarde. Al vestirme siento las emociones que me provocabas al momento de tocarme, al momento de besarme, de sentirte más cerca de mí.

Luego el día se hace más tenue por la falta de actividad y los pasos de algodón se hacen más escasos la hora de evitar todo esto que siento. La mayor cantidad de cosas que he hecho tienen una razón de ti; los dibujos, la comida (como cuando te cociné), la lectura, los sueños, la imaginación, lo monótono, mi vida.

Yo sé que confías en nadie, en mí qué decir; pero debes creer y asegurarte con lo que te dije y con lo que te estoy diciendo, no sé de cuántas formas debo decir que te amo, que eres todo, mi vida y que para mí un siempre no es broma, no es para que un texto suena más lindo. Es cierto, a pesar tener un mundo imaginativo en nuestra cajita de colores, para mí, todo tiene una cierta realidad. Trato que nuestros proyectos sigan perdurando y como tú dijiste “nos resta seguir amándonos” y eso mi amor, jamás lo voy a dejar de hacer. Voy a luchar por esto, por nosotras, por ti. Pero sola no puedo, contigo soy tan feliz y la distancia no nos separa, porque yo tengo la seguridad que me piensas, que me deseas, que me necesitas, que me amas como yo a ti. Debes ser fuerte mi amor, nunca voy a dejarte de lado y sé que todo será para mejor, cuando vuelva todo se irá notando. No quiero irme pero debo hacerlo, será mi única oportunidad de ser escuchada y estaré con la muñeca bien pegada al pecho, con el anillo bien puesto y con el corazón entre mis dedos. Y debes tratar de calmarte porque no haré nada malo, así con tu desconfianza puedes pensar cualquier cosa por mi ausencia, pero sabes, sí. . . Sabes que no será así. Mi gran sentido: tú

Allá estaré con la cabeza en silencio mientras veo el paisaje, escuchando tu memoria y la filmadora será tu imagen por esos días, aprovechando la soledad completa para decirte mucho más, cada parte del paisaje será un parte de tu cuerpo.

Sé que es difícil esto, que es arduo cada día que sigue las horas, no soltar nuestras manitos; cada palabra que te dije ese martes por la noche, es lo que gritaría y arrancaría de mis entrañas con tal de dejarte en claro que mi amor por ti jamás se irá.

El domingo es el día de los enamorados, ya me siento parte de ese día junto a ti, será tan melancólico como un día cualquiera, pero ten seguro que estaré abrazándote por medio de estas líneas, por medio del viento, por medio de cada detalle, con tal que me sientas y que recuerdes que te sigo amando.

Sólo aguanta, espérame. Sí, siempre juntas, como un granito de arena en todo el desierto.

Yo volveré y pronto.

Te amo, Tuya hasta en el no pensar.

Cony. . .

domingo, 7 de febrero de 2010

Escrito oscuro.

Ya no pude seguir, estaba inquieta. Escuchaba todas las respiraciones y movimientos de mis compañeras de habitación. Pero no era eso mi karma, sabía que si me volteaba el jaleo sería peor, aunque eso era la verdadera razón: Tú durmiendo a mi lado.
Desde que llegamos a aquel lugar me sentía extraña, era hacer conteo al cúmulo de sueños que esperaba que algún día se cumplieran y al momento de vivirlos, estar preparada con un reloj mágico para detener el transcurso de las horas por bastante existencia.

Me desperté y notaba todo sombrío, con un olor tedioso a dormitares profundos, tenía calor. Yo te miré de reojo y descifraba que los sonidos que perturbaban una parte de mi tranquilidad eran provenientes de tu mandíbula; eran sus crack y crack con pausas de cinco minutos. También te oí hablar mientras seguías en la misma posición a la cual entraste al primer sueño, " no, sí, no", eso decías y recordé que casi nunca duermes como se debe.

Necesitaba saber la hora, es mi hábito, pero de repente algo malévolo y curioso envolvió y mezcló con ganas el querer la hora: el velador junto a nuestra cama contenía no se cuántas parafernalias y tu teléfono celular. Nunca me has dejado verlo, siempre evitas que le ponga siquiera un dedo encima y ahora yo estaba completamente despierta, inquieta por tu presencia inmóvil a mi lado y ensimismada por tomar o no tu teléfono para "ver la hora" (eso me dije primero)...quizá verlo completo, intrusearlo, tocarlo las veces que nunca me dejaste. Total, permanecías dormida.

Tuve muchos pestañeos antes de tomar la decisión, mi lado curioso me incitaba a mirar pegadamente tu aparato y a agarrarlo. Pero el lado de la niñita buena salió a flote y dije a vos susurrante que no lo haría, sólo vi la hora, eran las cuatro con treinta, y de pasada la imagen de fondo con los obsequios que un día te hice. Al tanto escuché pasos de pantuflas a las fuera de la habitación, con una lentitud que aborrecía mi concentración, deduje que podría ser la de tercera edad que le urgía la vejiga y que iba al baño. Y estaba en lo cierto, cuando oí de vuelta aquellos pasos y el correr de la cadena, sufrí el síndrome de la copiona. También de la nada me vinieron ganas y quise aguantarme pero me comenzaba a doler.
MI consciencia no quería que fuera, no deseaba despertarte con mi levantada, pero la verdad no podía más y me paré de la cama de un sopetón. La puerta de la habitación rechinaba como picaflor, aunque fui siempre cautelosa.
Llegué al toilette, hice lo que me llamaba y a penas lista me miré al espejo. Me reí de de mi rostro demacrado y con ganas de algo...algo que no sabía con certeza, pero lo ansiaba esta noche.
Volví al cuarto y me sumergieron los sonidos de una muchacha, los respiros profundos de las otras dos y tú ahí, sola, en el rincón de la cama, de media vuelta y sin senitr tu mandíbula actuar.
Mientras introducía mi cuerpo a la cama de la nada sentí que te volteaste, levantaste tu brazo y con tu mano empezaste a tocar el colchón, la almohada y como no sentiste presencia te despertaste y entre abriste tus ojos. Te noté retraída y con una interrogativa en tu mirada, " fui al baño" te dije y me acosté abrazándote. Te calmaste.

Te despertaste con mi ausencia y aproveché de explicarte la historia que había formado por unos momentos (expiraste alegremente) lo mucho que estaba inquieta con tu inmovilidad. También dije que vi la hora de tu teléfono, y me preguntaste la hora de inmediato, lo tomé de nuevo y ya eran las cinco (nada mal para una historia). Susurramos, nos apretujamos hasta quedar sin distancia, me besaste sin ruido alguno. Y luego comprendí que lo posterior a esto era lo que tanto ansiaba y pensé en que me hacía falta.
El comienzo de un beso. Y nunca pudimos terminar...
La última vez que abrí los ojos percibí el ambiente de tono azulino y tu rostro lo vi con claridad, era hermoso, ahí jugué con tu ojo un buen rato. Reímos.

Incómodo el lugar ¿no crees?