BLA BLA

jueves, 29 de abril de 2010

Julio


En una mezcla homogénea, Julio no se nota. Nadie logra verlo pero sí es posible sentirlo. Cuando se acerca la maldad entre los jóvenes, es utilizado forzosamente; nadie lo escucha, nadie se atreve a dar pie atrás. Las travesuras maquiavélicas terminan por estropear más que su pálida cara contra ventanas y puertas, terminando como calcomanía entremedio de la suciedad.
A Julio le fascina el frío, como si fuera un medio de transporte a la antártica, donde le gustaría permanecer ya que sabe que nadie más resistiría. Es libertad.

Cuando está triste no hace más que lamentarse y proclamarse desgraciado. Prefiere ser duro o decorado pero jamás reventado. Las veces que Julio ha de morir, mira hacia el vacío de donde estuviera, pidiendo al rey de los huevones más tolerancia con la vida que debe llevar. Siempre resulta enojarse y, acumulado de rabia se genera heridas en la cabeza y el traste. Como aquél día que lo encontré pegado a su sillón de cartón y que a la fuerza lo saqué, donde un líquido pesado y viscoso goteaba entre mis manos, recorriendo el resto de mi brazos. Julio rendido, sabía que su final se acercaba. La situación desagradable se trasformó en un olor tedioso, prefiriendo ir directo al desalojo. Fue reventado por mis manos viscosas.

Me puse a limpiar el desastre ocasionado, provocándome apetito. En vez de ir por Julio fui por dos para freírlos y comérmelos con marraqueta.


sábado, 24 de abril de 2010

Hielo

El tiempo voló, era como el frío racio que cubría mi cabello mientras recordaba aquellos aviones. El sonido de ellos repetía a diario la decadencia de las calles, los escombros abundantes y la reducción de gramos de pan que nos mantenía despiertos desde que empezó la battalla por y en Leningrado.

Recordé también las tropas Stalinistas corriendo por las capas de nieve tratando de defenderse, apoyando la tristeza, mi tristeza y es que yo no era más que su propia consciencia. Me hayé lejana al fuego que traían por el anillo cambiado en el mercado negro, cada día al son de la radio nacional sentía menos mi cuerpo y la cama pasó sólo a ser usada de nombre, no había diferencia de la nieve con ésta.

Todo fue saboteado, marchitado y derrotado, fue mi culpa. La soberbia y las ganas de salir adelante a no volver, preferí quedarme en busca de una muerte feliz, aquí donde nací.

lunes, 12 de abril de 2010

El niño soviético

Si hubiera sido como Jossif Stalin me habría excitado ferozmente la idea de mandarte a Siberia, pero el egocentrismo cubría el aburrimiento. Y me sentía perseguido por la frialdad con que las miradas del pueblo absorbían el karma de dejarla y no buscarla, por alguna epatía hacia su persona nunca opté ni en pensarlo.

Si hubiese tenido el coraje de Vladimir Lenin, el vapor del tren hacia Alemania sería rebozante entre mis entrañas por desaparecer al coro de los oponentes y me hubiera provocado la nada el regresar a San Petersburgo. Y es que cuesta tanto con el paso de los años, no se olvida y no se siente.

Tuve un parecido con Trostky, correr y correr por alejarme de aquel porque estuvo detrás, hubiese muerto en el intento. No me fui a México pero huí por unos instantes de aquí. Me quedé con ella, disfruté con ella. De todas formas al encontrarme sabía mi destino, jamás regresaría a Rusia vivo, tampoco muerto, pero la huída reflejaba mis más ardientes deseos de tenerte. Tomo como un recuerdo mío en su mente el que hacer de su vida en un pincel retratado de sus cejas. Y lo mejor es que Frida no murió y yo la estoy esperando.



miércoles, 7 de abril de 2010

Uvé

El tiempo

sin verte se hace eterno, de ser escaso cuando te pienso.

Puedo sentirte

con el aroma de enero, las noches contadas de beso y desvelo.

Sacando estrellas de mil colores,

el color de tu boca.

El color de tus pechos, el color de tus ojos y una mano en el aire,

apunta a las nubes, tu cuerpo.

El llanto de invierno, es tu llanto. Acongoja mi frente,

mis piernas, mis tobillos, mis huesos.

Quiebre de asfalto de una soga sin ron, libre de espacio, no hables. Calla más.

Aquí estoy yo.