jueves, 26 de agosto de 2010
(...)
El desarrollo cognitivo va en función de seguir un patrón establecido desde que somos pequeños. Es el tener que disponer de otro para poder aprender, movernos, hablar y pensar de cierta manera, que terminamos encerrados en una forma de vivir y manejar las situaciones que se nos van presentando. Asimismo se nos va proyectando en la mente que lo que nos rodea es lo único válido, todo lo que está fuera de nuestros conocimientos previos se le denomina como “extraño”, y en la mayoría de los casos se es “anormal”. Pero ¿qué es normal?
Según los diccionarios se califica como: “lo que es corriente, habitual y no llama la atención, ni se sale de lo ordinario”.
Si nos detenemos a analizar este significado, nos da a entender que el concepto de normal, no es más que una síntesis, una adopción de lo que vivimos a diario. El hecho que algo sea corriente proviene de lo que es común para nosotros, ya que lo sabemos manejar y se vuelve costumbre, por lo tanto, ya no llama la atención ¿Será que el concepto de normal amerita que un dicho o una acción sea buena o mala?
Probablemente hemos perdido la noción con respecto de que si algo es bueno o malo, y a pesar de ser diferentes, de tener un estilo de vida propio, somos uno en cuanto a colectividad. No hay una voz que sea capaz de inferir en que si eso “normal” nos pueda afectar positiva o negativamente en la sociedad. Claro está, que somos una máquina que ingiere, reconoce y adapta. Hasta el día de hoy seguimos igual, avanzamos por medio de la masa que nos controla, tanto así que no nos permite pensar en querer salir de esta burbuja.
Un ejemplo notable es cómo Chile cambia su “normalidad” en cuanto al paso de épocas que ha adquirido. En los años setenta el hombre llegó con la idea de implementar costumbres y gustos ingleses, por lo que el chileno no se negó en aceptar. Fue una etapa que nos marcó y dejó más que algún recuerdo y experiencia en nuestras mentes. En su momento todos vestían y hablaban igual y la gente optaba por lo mismo. Ahora en la actualidad, todo eso pasó al olvido por la llegada de variables parafernalias que nos margina, y lo que en los años setenta era un esplendor, ahora es parte de la “anormalidad”.
El hombre en sí, siempre varía, va imponiendo nuevas matices a su concepto de vida. En principio para el resto de la masa se le considera como “anormal”, y se insiste en tomar esta idea para luego digerirla e introducirla dentro de la sociedad. Luego la costumbre obtenida anteriormente, pasa rápidamente a volverse algo extraño.
En otros lados del mundo, por ejemplo, los hábitos de los indios son bastante diferentes, incluso hasta brutales para lo que nosotros entendemos como normal. Por otra parte, al decir que no se sale de lo ordinario, está apuntando a una cierta discriminación, tanto afuera como interiormente, generando a esa parte de la población como una minoría irrespetable. Las personas generalmente nos seguimos valiendo de este concepto, y aprovechamos el sumo uso de éste como refugio innato para su permanencia en esta sociedad costumbrista, por lo que se aseguran de seguir con este patrón para no descender y rebajarse a la diferencia que marcan los demás. Diferencia degradante impuesta por la misma masa que excluye.
Tanto la “ normalidad” como otros conceptos adaptados por nosotros, no son más que series abstractas que le inventamos una exclusividad, que en poco tiempo se familiariza con la persona, llegando así al punto de un verdadero círculo vicioso que se transmite en cada fase de nuestra vida. El ser normal o no, es tan sólo la palabra que se hace existente gracias a la visión mediocre que tenemos los seres humanos.
domingo, 22 de agosto de 2010
Veintes.-
Nace una notoria evidencia, con tono escueto al sonar sus huesos frívolos - siento que uno ya no se enoja porque es la costumbre la que amerita la cuestión del ser cortante o ser pesada o no " pescarte" o no ser contigo y la hueá y la concha de su madre. - Observa eso cuando va al baño y defeca llantos secos de suma pudrición latente producto del vacío corporal que le genera su puto trabajo.
Y se va, mejor así.
Sí, así como así
domingo, 8 de agosto de 2010
Sinfonía redonda
Lo que baja de la luz
hacia movimientos circulares,
duros e incapaces de sostener
hasta la más verde colina,
fantasías crepusculares o no sé,
una picardía envuelta en un pañuelo gris
que me atrae, que te atrae, que tenemos.
Puede ser el suelo sin aliento y resfriado,
quizás sin entradas ni desvíos.
O lo más seguro: son las ventanas abiertas,
con el viento de amigo, con las aves llorando.
Con los niños en carrucel , los ancianos de bastón.
Y el resto.
A las afueras del sol, dibujamos al tren
que anda sin hablar,
girando en estaciones de sentimientos colgantes,
Y bajan ululando viejos sueños por donde atraviesa su figura.
Puede ser el observar con aumento invisible,
cerramos un ojo ilusionando el nuevo tango,
el nuevo valls.
Los nuevos rieles del amor.
El ojo desnudo, en cambio, nos revela
que en realidad sólo es una sonrisa
provocada por tocar horas y horas
el anillo de compromiso.