BLA BLA

lunes, 27 de junio de 2011

Un viernes de la señora Dasy

Hacía frío esa noche, aún más para la señora Dasy.

Había pasado un tiempo, el que ella misma ha de contar cada vez que recuerda la música de su despertador, pero un día cuando despertó, decidió salir a dar una vuelta, pero con la convicción que iba a estar acompañada. Organizó una fiesta de té con sus amigas (o al menos eso creía): Con Stella, la pintora, Juliana, la contadora y con Elianires, su vieja conocida de hace unos años atrás. Tomó con firmeza su pluma y les envió a todas una invitación para juntarse en el salón de té que quedaba a pocos metros del paradero principal de Domitila Street, quiso que fuera más o menos tarde, cercano a las once de la noche.

A lo días recibió respuesta de Juliana y Stella, ya que de Elianires la recibió de inmediato. Todas aceptaron gustosas. El panorama estaba armado, entonces, era solo esperar que ese día viernes veinticuatro de 1947, colocaran su presencia elegante y no envidiable, en los cómodos asientos de dicho salón. La señora Dasy estaba entusiasmada, solo pretendía regalar una velada confortable a su grupo, hablar un poco de otras cosas, con el fin de sacar conclusiones de una vida diferente a la que estaba pisando. Sin embargo, jamás pensó que justamente ese día, viviría con todos sus sentidos esa vida diferente.

Ya a las ocho de la tarde, del día del encuentro, la señora Dasy tomaba un baño en su tina que se le había heredado su abuela paterna. Se la regaló para que valorara la limpieza que genera el deleitarse con dicha tina, decía que el agua emanaba destellos azules a la hora de evaporar, transformado cada friegue en la piel, una delicada y suave visión de lo que muchos querían portar en el cuerpo, sobre todo en el cuello: Lapislázuli.

Tuvo que haber sido cierta la historia contada por su abuela, porque la piel de la señora Dasy era hermosa, y su cuello tan resplandeciente, con un perfume no de la elegancia, pero era un perfume que todos sabían que era propio de ella. Muchos recordaban su presencia como aquella mujer, con el cuello blanco, y de rico olor, que se incrustaba en el color de sus labios pequeños como una cereza. Era deseable, muy deseable decían, pero nadie se atrevió en hacerlo notable jamás.

Mientras terminaba su baño, recibió una carta de Stella, diciéndole que Juliana tenía una tristeza tremenda a causa de su hijo menor, ya que había huido de casa con la prostituta de su barrio.

Eran cerca de las nueve y media, cuando la señora Dasy leyó aquello.

Al acabar su lectura, se dio cuenta que dentro del sobre había un manuscrito bien pequeño, casi para pensar que podría no ser percibido por la señora.

Ya se hacía tarde, y decidió leerlo cuando ya fuera de camino al encuentro. Desde su casa se demoraba cerca de una hora, por lo tanto, debía apurar un poco su trajín.

Al salir tomó un taxi que no tardaría más de cuarenta minutos en llegar al paradero. Mientras iba en camino, miraba a través de la ventana las luces de las calles, de las casas, del cielo. Siempre le ha gustado la noche a la señora Dasy, decía que le fascinaba ver la maravilla de la luz al anochecer. Concluía que la fantasía de las ampolletas lograba transmitir la naturalidad del paisaje, en cambio el penetrante rayo de sol alumbraba todo, pero no tenía otra función, le fastidiaba.

Recordó de pronto, el manuscrito de Stella, metió su mano congelada en su abrigo, prendió la luz que se encontraba en el centro del techo del taxi y leyó:

Sé que no leerás esto de inmediato, pero además de cumplir con informarte del caso de Juliana, yo tampoco podré ir, sé que es a última hora, que debes estar por llegar, y te aviso que yo no asistiré, debo terminar un cuadro que debe ser enviado a Mexico, al taller del señor Rivera mañana por la mañana, y estoy jugando mi talento en esto.

Lo siento, pero sé que no estarás sola. Diviértete.

Cariños.

Stella.

La señora Dasy no se extrañó, ni se colocó de alguna forma peyorativa, solo bajó el ventanal de la puerta del taxi, arrugó el manuscrito y lo tiró. No leyó el papel antes porque sabía desde un principio la farsa de este encuentro, pero supuso que al no recibir nada de Elianires, ella sí iría. No optó por cancelar el encuentro.

Ceca de las once de la noche, justo al pasar el trolebús, llegó la señora Dasy al paradero, se sentó junto a un guardia de Domitila Street y a un zapatero.

Pasaron tres trolebuses, pero en ninguno aparecía Elianires. Ya eran más de la once con quince, y el guardia le dijo a la señora Dasy que el último trolebús pasaba a las once con treinta, que después las luces se apagaban y la gente debía irse por el callejón Piotr para alcanzar algún taxi.

Comenzaba a bajar neblina, y la pobre señora comenzó a tener mucho frío, ya era tiempo de apagar las luces, y ella volteó hacia un costado para divisar entrecejo el salón de té que estaba iluminado. Pasó el último trolebús y, como debemos entender, su querida conocida jamás llegó.

La señora Dasy entendió que podría estar perdida..

No tenía idea dónde estaba, solo sabía cómo llegar al salón de té porque la habían llevado desde niña, siempre la iban a buscar, pero desde que George, su chofer, murió, se las ha tenido que arreglar sola, y al ser una ocasión especial, decidió invitar a las demás a su preciado salón de té, pero estaba en medio de la nada, completamente sola. El zapatero había tomado uno de los trolebuses que pasaron antes de la hora final y el guardia despareció entre otras calles.

La señora Dasy no andaba ni con cigarrillos para calmar la soledad, comenzó a tener miedo, un miedo que jamás había pasado por su cuerpo, miraba para todas partes, aún siguiendo sentada en el paradero. Miró a su alrededor y solo sentía cómo la envolvía la neblina de esa noche. Sacó su pañuelo para sacar las lágrimas que le borraban el maquillaje, porque pensó en las miles de cosas horrorosas que pueden pasar en una noche, pudo haber llamado a alguna puerta, pero no se puede confiar en extraños.

Sintió que su cuerpo se iba, y fue entonces cuando retomó la costumbre de haber sido protegida por su prometido Nathan que ya no estaba con ella, pero de todas formas para distraer el temor, lloraba su nombre a gritos mientras trataba de circular la calle apagada. Caminó al salón té, al fin, pero no quiso entrar, toda la gente la conocía y jamás había entrado sola, sintió vergüenza, así que siguió de largo su camino.

Mientras se entumía de miedo, sentó compostura y guardó sus lágrimas para llorar a Nathan en una ocasión menos congojosa, trató de ver más allá de lo que se podía, y desvió su paso recto a un callejón.

Escuchaba gatos, y perros, bebés llorando, y a una señora que cantaba un blues diciendo en cada segundo "Landstyle my dear, is the way that we live, Landstyle, is the best place for us"

Se grabó esa parte de la voz suave de la señora cantora, y seguía su paso lento y desorientado. Miró hacia una esquina un poste de luz deteriorado, fue entonces cuando recordó su niñez, y se vio a los doce años con su padre caminando por aquella calle, donde su éste le compró un caramelo en la calle siguiente llamada Landfeel.

Volviendo a sus cincuentaydos años, la señora Dasy logró calmarse, fue deprisa a la calle de sus memorias, y efectivamente era Landfeel, y era justamente la calle que daba paso al callejón Piotr, directo donde daba salida a los taxis.

Llegó como pudo al final de dicho callejón, tomó un taxi y se vino a casa. Cuando llegó, no hizo más que pensar en cómo hubiera sido el haber estado con esas mujeres en el salón de té. No habría vivido el miedo real que vivió esa noche, pero por sobretodo jamás hubiera llamado como no lo hacía hace tiempo a su querido Nathan.

A pesar de haber quedado plantada, le gustó comenzar así su diferente vida.

Eso sí, al día siguiente mandó notas a sus buenas acompañantes, con más énfasis a Elianires, diciendo, que lo pasó estupendo y que no se molestaran en esperar otra invitación.

domingo, 26 de junio de 2011

Paloma negra

Todavía queda sombra
para evitar
verme amanecer.
Ya no sé si es
posible convocarle
una vez más al cielo,
pero de lo que sí
estoy segura,
es que no hay
cosa más aburrida
que mirar las estrellas,
sino puedo deshacer esa luz
para iluminar tus ojos.
Solo para que
vuelvas a mirarme.
Donde quieras que estés,
me dedicas como
una paloma negra,
sin rasgos coloridos
en tu andar.
¿Dónde te he visto con
ese disfraz de mujer?
Antes de dormirme
quiero entregarte
el primer vuelo
que no te pude dar.
Y mis manos
siguen en tus manos,
y siendo paloma negra,
no eres de nadie más.

Amor de mí.









domingo, 19 de junio de 2011

Bel & Marian

Terminé lo que faltaba en casa de mi prima, unos retoques donde cada pared era un símbolo colorido de lo que sentía extraño dentro de mi cuerpo. Me acosté tarde, pero costó que durmiera, nervios tontos que me hacían imaginarte, ahí, viéndonos frente a frente, por primera vez después de un largo año lleno de acontecimientos que yo tuve que soportar y, tú alejándote, yéndote, pero con el previo aviso que volveríamos a comunicarnos. Así fue, y yo te propuse, insistí en que al fin sucediera el conocerte. Quedamos.

El día había llegado, por fin, me levanté media justa, mi tía por más que trató de cocinar rápido, comí lo del día anterior, pero ella entendía que este día era lo más sagrado para mí. Mientras digería, vi el reloj que pronunciaba sus pasos como imponiendo fuerza en que me apurara. Eran las dos y cuarto. No me comí todo, solo quería llegar al metro y que el momento pasara. Fui a arreglarme y en ese momento recordé que no tenía cómo llevarte aquello, así que acudí a la ayuda de mi prima y me pasó una bolsita muy linda de bebé, donde empaquetan regalos grandes para los recién nacidos, mi regalo quedó perfecto.

Durante el camino solo pensaba en qué sucedería cuando te viera, recorrí un pasadizo que me llevaba por todo el año en que sólo conversábamos por la virtualidad, y que al fin, al fin, sí, al fin iba a verte, escuchar tu voz, oler tu esencia... nervios. La gente me colocaba más nerviosa porque todos miraban la bolsa que llevaba (era llamativa, no por el color sino porque el tamaño que me cubría las piernas, y yo soy una enana), pero me distrajo el hecho de andar así, porque en poco tiempo llegué a mi primer paradero: Las Rejas.

En el metro pensaba en el miedo que iba generando mi dolor de estómago, no sé, tonteras que piensa una cuando va a conocer a alguien, esa inseguridad que me ha acompañado desde pequeña, se hizo más presente el día de conocerte. Fue tanto el miedo que pensé en devolverme, lo pensé demasiado, pero no lo hice. Era incapaz de cometer ese delito si lo único que pretendía este día, era estar contigo, expresarme a ti.

Llegué entonces, en menos tiempo que mi primer paradero, a nuestro punto de encuentro: Metro Toesca.

Salí a una de las boletarías y me instalé, coloqué la bolsa entre mis piernas y saqué mi teléfono celular. Eran las tres con veinte. Quedamos a las cuatro de la tarde. Soy magnífica! - pensé, esa puntualidad que me cuesta, pero este día lo logré en un récord implacable.

Los minutos pasaban y mis manos empezaban a sudar, de pura ociosa saqué de nuevo mi celular y comencé a grabar tonteras con voz infantil, y al mismo tiempo observé la hora y ya se acercaba nuestro momento. Pero estando parada ahí dudé: miré hacia el lado y noté la otra salida del metro, dudé en que a lo mejor saldrías por aquél lado y no por donde yo estaba, así que te llamé…efectivamente había llegado, así que agarré la bolsita y fuí rápido hacia la otra salida.

Subí las escaleras con unos escalofríos que se notaban en la frialdad y sudor de mis manos, hasta que llegué a la boletería y ella me vio primero. Yo la observé, nos acercamos, nos dimos un abrazo, y le dije una hola medio tiritón y sonreí, ella de igual forma me respondió. (Cuando te vi, amor, cuando miré por completo con todos mis sentidos, sentí eso que no muchos creen, no sabía ni como llamarlo, pero solo supe eso tan grande que uno siente a primera vista, al tocar con el viento tus ojos) Bajamos por el otro lado del metro para ir al parque Forestal.

Calladas íbamos en el vagón, y para generar conversa, le comenté el hecho de esperarla en la otra boletería del metro, solo me sonreía. No sabía que otras cosas comentarle, y las veces que le decía algo me contestaba de una forma no muy simpática. Su tono de voz no era lo que yo quería escuchar y yo entre nervios y estupidez, le decía que era una pesada.

Cuando al fin llegamos a Forestal, notamos la masividad de gente que había, era obvio, era sábado y la juventud se esparcía por todo el parque. Nos encontramos con grupos de gente que teníamos en común pero no queríamos incluirnos, el día era de nosotras. Marian y yo.

Dentro de toda la gente, nos pusimos en una parte donde podíamos verlo todo, nos sentamos en el pasto. El rato pasaba y no había comunicación, me empecé a sentir fracasada. Y yo sabía que si queríamos hablar era yo quién debía partir, porque de cierto modo siempre supe que era más callada que yo. Sin embargo, de repente, me habló: Me gustan tus ojos, te los voy a quitar. A esto le respondí una confesión: A mi no me gustan tus ojos, me gustas tú.

Ella respondió preguntándome si era cierto lo que le estaba diciendo, yo por supuesto asentí. Y ahí quedó la conversación.

Igual esperé algo, pero no, disimulé. Entre tanto, surgieron intercambios de palabras, y cuando opté por colocar mi cabeza en tu cuello( huele tan bien, vida) me abrazaste. Estando ahí pensé en besar Tu mejilla. Al hacer este acto, no fueron mejillas las que toqué, sino tus labios, sentí la suavidad de tus labios pintados, la humedad. El roce tan lindo que estremeció mi cuerpo, cerré mis ojos, y sentí que era la mujer más feliz de la tierra. Fue el beso más hermoso y sincero que recibí. ( lo llamamos tú y yo: el beso labial). Estuvimos mucho rato abrazadas. Me gustaba la idea de colocar mi cara en tu cuello, sentía tu esencia. A ratos, solo a ratos, me daba risa cuando notábamos que se aproximaban personas y me decías: Viene gente normal. Me reía tanto, a lo mejor exageraba pero aún estaba nerviosa y me derretiste más cuando me dijiste: Te quiero.

Yo también - le respondí.

No quería despegarme, era el día tan perfecto, pero se hacía tarde y nos debíamos marchar. Cuando llegamos al metro, nuestra despedida, notamos que además iríamos por diferentes lados. Quise besarla, pero la gente estorbaba todo. Al despedirnos nos abrazamos, ahí me dijo pausadamente: te amo.

Le respondí un yo también con suspiros entremedio, le besé la mejilla y nos quedamos de ver nuevamente. Le pasé la bolsita y se marchó. Me fui de vuelta con el corazón vívido, con un respiro diferente, todo por haberte conocido.

- F: Si se fijan por acá, esta el metro Toesca, mi departamento queda a diez minutos.

- D: Sí, yo vine una vez con Tomás por acá, y tú Cony…ubicas aquí?....Cony….

Recorrí nuestro primer día, mientras caminaba después de clases al departamento de un compañero…



Bebé te ama, siempre.

jueves, 16 de junio de 2011

Luna llena

Después de varios días, apareció.
Hemos coincidido.
A veces es tan inesperada, pero siempre estoy atenta, y es que me duele tanto tanto, más con este frío de mierda que me tiene hasta el pelo congelado. Y me acuerdo: ese chaleco que pasó por mi cuerpo, está en sus manos, no es una estufa, pero lo usa, le gusta, y se lo di. Debe tener mucho más frío que yo, amor. Sentí ese viento tan helado cuando salí cerca de las nueve de la noche, a comprar lo que necesitaba según indicaba mi pronóstico vital, miré el cielo como de costumbre. Siempre lo hago de noche, imagino tantas conexiones con las pocas estrellas que se muestran. Sé que siempre veo y veré las mismas estando bajo el smog, pero imagino algo distinto cada vez que apunto una con mi dedo.
Miré la luna, estaba hermosa y llena. Me hipnotiza la luna tan redonda y brillante, completa. Volví a un momento como varios que llevo dentro que no se van y no se irán nunca. Y es cosa diaria, que lo que mire coincida en el paso que transforme todo en un momento junto a ella.

Fuimos por su corta viento y por mi chaleco ( el suyo ahora). Nos veíamos tan lindas, ambas con zapatillas de hombre, ambas con pantalones cortos, ambas con olor a agua cordillera. No sé qué hora era, pero estaba oscuro, que hasta andaba con linterna en la mano. Nos pusimos en un costado de la casa de campo, y miramos al cielo, le mostré la infinidad de estrellas que podíamos atrapar con nuestros ojos.
De la mano, avanzábamos pasos y sentimos que alguien adaba cerca del gallinero, era mi tía, la alumbré con la linterna , me sonrío y siguió su camino. El resto era el paisaje nocturno, el silencio y la luminosidad del cielo.
Estuvimos no mucho rato ahí, pero el amor brilló de una forma tan romántica como otras veces, pero los distinto era el estar lejos de todo, el estar tú y yo entre un paisaje negro, con el sonido de los árboles, los grillos, el olor silvestre. Y la canción de nuestros besos.

Fue tan hermoso, desde que fue ese momento, siempre que miro el cielo lo recuerdo. Lo recuerdo tanto que el frío que sentí al momento de ir a comprar, se lo llevó la luna en mis ojos.



Y la mosca extraña que no dejaba de pronunciarse en el camino de vuelta.








C(chita).

Poemas - poetas

Poema y poesía:

“El poeta se alimenta de estilos. Sin ellos no habría poemas. Los estilos nacen, crecen y mueren. Los poemas permanecen y cada uno de ellos constituye una unidad autosuficiente, un ejemplar aislado, que no se repetirá jamás.” (1)

El poder de escribir, la magia de crear una forma tan maravillosa de expresarnos, es la unión impresionante de conectores que nos llevan a establecer esas palabras silvestres, para luego agregarles una pizca autónoma, que da el privilegio de ser amos y señores de nuestra creación.

Lo consideramos una personalidad más, una capacidad nueva e incorporada en nuestro interior, que desarrolla una melodía irrepetible, así como cuando hacemos el amor: cada orgasmo es una nota inigualable, que proviene del mismo roce de los cuerpos, alterando esa solidez en un ciclo vital, ese vaivén del sonido, como lo es al escribir la obra con la misma pluma pero con diferente tinta.

“El lenguaje hablado está más cerca de la poesía que de la prosa; es menos reflexivo y más natural y de ahí que sea más fácil ser poeta sin saberlo que prosista.” (2)

Ser fiel a la prosa consiste en el pan con mantequilla que comemos cada mañana, sin saborear más allá de su sabor. No hay capacidad de indagar en que tal vez este pan contiene algo distinto, algo más delicioso que nos haga degustarlo con más detención. Existe una rutina sólida que nos encierra en determinar solo lo que masticamos, solo que se nos dice, solo lo que leemos. Es un mundo netamente literal.

Toda palabra posee una raíz que la caracteriza, donde su cuerpo es más que una imagen floral. La simplicidad que dibuja el hablante al momento de escribir, transforma cada miembro del abecedario en un cuadro surrealista, donde cada color se expone como los primeros frutos salidos en primavera. Lo poético deslumbra una fugacidad constante en el hablante, dejando sin espacio los espacios concretos que transmiten sus palabras, y jamás deja en un abismo la solidez con que la palabra misma está formada, pues, así tenemos la oportunidad de desnudar por completo a la flor y encontrarnos al fin con su semilla.


La inspiración:

“La ocurrencia poética no brota de la nada, ni la saca el poeta de sí mismo: es el fruto del encuentro entre esa naturaleza animada, dueña de existencia propia, y el alma del poeta.” (1)

Hay una fuerza constante en el poeta. Ésta se puede representar desde un punto hasta la más grande colina. Dicha fuerza, guarda un eco que rodea al poeta sin estar conciente de su presencia, y generalmente no la usa nunca, excepto a la hora de crear una obra. También hay circunstancias donde el creador está totalmente conciente de esta fuerza y hace presión para que el eco le dé un empujón para que lluevan las maravillas. Sin embargo, el hablante debe instalarse en una posición neutral, que llegue a sentirse como la caída de una pluma, como el sonido del arpa, como el cantar de los vientos, para así causar ese efecto sencillo que produce el ser natural. No existe un pie forzado en esta fuerza, de lo contrario, pierde el poder de encandilar a las palabras. La idea es mantener una conexión entre los sentidos del poeta y los sentidos de la naturaleza. He ahí el acto del eco.

“El poeta no escucha una voz extraña, su voz y su palabra son las extrañas: son las palabras y las voces del mundo, a las que él da nuevo sentido” (2)

La inspiración cuando se apodera del poeta, atrae todos los sentidos y no sentidos de éste. Lo absorbe, lo envuelve, llevándolo a un espacio, un espacio que lo deja sin aliento, donde cada paso que ejerce en su obra se transforma en lo conocido, en lo soñado y extraño que se instala en él.

Su obra parte desde el primer escalón donde los recursos utilizados son las palabras mismas, que al momento de llegar la inspiración, hacen que se sienta extraño en dicho peldaño e inconcientemente avanza hasta el último. Al estar en un puesto elevado, logra percibir la propagación que se ha ejercido en sus palabras, no logra precisar con exactitud qué es lo que lo ha movido, pero generó en sus versos el sentido vital del poema: imagen poética. El poeta denomina este avance como los pasos que lo llevan a otra dimensión. Todo inicio ejercido en su poema resulta ser desconocido.


Del ensayo "El arco y la lira" - Octavio Paz

Análisis - Constanza B. V.

martes, 14 de junio de 2011

II

Días que se marcan más que otros, porque yo de alguna los busco, los toco y los llevo al cielo, sin dejar manchas ni señales.
No se puede hacer más que dejar de pensar sin recordar, el sacar todo de adentro y dejar el pecho moldeado. Si fuera cuestión de realmente quererlo, tampoco se lograría, lo sé, lo sé. Simplemente se sucede.

Respiro, colecciono tanto aire diverso por las calles que me hostigo de tanto paisaje que van guardando mis pies y mis ojos. Fue lindo, muy lindo saber que mis recuerdos no son solo memorias, me valgo también de tocarlas, como siempre, como todos los días, en algún minuto del día, y alimentarme de lo que siempre he sido. Pero no todo es así, mi cuerpo está débil, demasiado débil. Nunca me había sentido tan cansada, y aunque espere lo peor para visitar a los especialistas de mierda, mi cuerpo vence todo poder. Soy de algodón.
Se van a cumplir fracciones del tiempo. El tiempo, ya me acostumbré a tenerlo, pero no puedo aferrarlo a mí, no puedo, y es mejor así. Porque me hace pintarlo mejor.
Estoy contenta, puedo respirar.
Pero...aun diré pero, porque ah...porque aún no me doy vuelta cuando me llaman: Const...uff. No me agotaré más de la cuenta

Estoy tan cansada, cuesta controlar el capullo donde me cobijo y que en algún instante debo derribarlo todo. Me gusta la luz, me gustan las flores, las nubes, el viento. Y la zorzal.


Niña de algodón si puede volar.




lunes, 13 de junio de 2011

I

Fabia colocó a mitad del día su planta frente al espejo. Observó desde el masetero hasta la última hoja que colgaba de ella. Mientras se acomodaba, notaba cómo la piel de las ramas se resecaba con el reflejo de su cuerpo. Muy, pero muy de cerca quiso tocar una de las ramas para notar la fragilidad y delicadez que emanaba del cristal. Solo quiso hacerlo, pero le dio vergüenza destruir tan bella imagen.

La horas pasaban y Fabia siempre estuvo quieta, sin mover más que sus pupilas y deleitarse con el cuerpo que yacía la frialdad de un otoño que se aproximaba.
De un momento a otro, las hojas comenzaron a partirse en fracciones imposibles de precisar, la planta se agrandaba en dimensiones que superaban el tamaño del espejo, imponiendo a cada instante una tormenta que dejaría humedecida por completa, la frente de Fabia.

La luz se escondía y la planta de a poco iba envejeciendo, formando la música en los gemidos de la muchacha, contando así al nuevas raíces que salieron de su cadera.
Fabia se paró, se vistió y volvió a enterrarse junto a la siembra de sus padres.

Cada vez que adeondaba la fuica, se aproximaba contra ella la noesía real de su ejerponsio a las afueras de su piel.
Sus ojos, aquellos ojos andrisios de espera, colocaban en su manto las soses con que había ñoacido las mejillas ranpeúntes de la única vez que movió su dárgico con el pecho apasionado.


A fuera de los desiertos

dan un paseo el árbol y mi sombra

contando desde un final

que no se entiende, que no se entiende

porque no se quiere admitir

que sin ramas y sin rastro

soy componente de la soledad.


Me hallo aquí,

sentada, y todos susurran

que soy una muchacha loca,

muy loca, pero demasiado loca.


Distingo desde un entonces, que simplemente no soy un pájaro más que un ave

sin todas sus letras.


domingo, 12 de junio de 2011

Caleidoscopio

Y muchos escogieron seguir la línea,
pero de alguna forma pudo combinar todo:
Dio vuelta el mundo y logró al fin caminar por el cielo
y observar desde un punto la tierra.

"No estaba muerto, andaba de parranda."









miércoles, 8 de junio de 2011

Pausa

Desde un árbol la vista es mucho más amplia, saqué de mí un poco de ese susto. La visión es estupenda.

Hay cosas que no se pueden volver a mirar, por más que resaltaban en dejarme ciega, miré eso tan nuevo que de seguro, he de no saber todavía poner en práctica, pero yo miraba, miraba con esa intensidad que te esteriliza el cuerpo, con esa intensidad cuando cierras los ojos al besar, con una intensidad tan grande, así como querer abrir tus alas y lucir el color de ellas.

Nuevamente abrí el tesoro, doloroso con olor mi/el tesoro. Ya no puedo dormir pensando por completo, duermo pensando a mitad de camino pero sintiendo al tacto, al olfato y al oído esos buenos recuerdos.

Es extraño, muy extraño sentarme y dedicar a tomar materias antiguas y llenarme de ellas detalle por detalle, colocar en mí el nombre tan deseado y llamado solo por una voz. Ninguna voz logró decirme, usted sabe que solo usted lo hizo.
Sentí un espacio repleto de risas infantiles invadiendo mi pieza, como queriendo formar un símbolo a través de las carcajadas. Mientras sentía, fui directo al pozo, pude tocar y deslumbrarme con ese contenido, ese contenido propiamente de mí, ese contenido que se fue diluyendo en las nubes, en lo gris del paisaje.

Fue agradable sentirme parte de todo esto nuevamente, pero no saqué nada para reutilizarlo. Solo dejé que me llevara la emoción para transformar cada parte en una humilde dirección que me espera, que me sigue esperando, que me conduce al nido primario, y camino afirmada de las ramas, porque no pretendo creerme de la ansiedad y tropezarme de nuevo, podría quedarme sin alas para siempre.


Las niñas pequeñas tenemos desde un principio el gran tesoro, el mío no está escondido. Me toca a diario en las micros, en los centros comerciales, en las calles, en los paraderos, en los parques, en la comida, en mi casa, en mi comedor, en mi living, en mi pieza, en mi cama, en mi sábana, en mí.
Volviendo a ser una.


Es periodo de vacas y paisajes, voy. Es muy lejos, pero las aves precoces desde que se van jamás olvidan cómo llegar a casa.




Y aquello es tan extraño para mí, porque creí que estaba perdida.

lunes, 6 de junio de 2011

Yo uno, resto cero.

Esto es muy extra:


Hay hombres y hombres, unos más idiotas y calientes que otros, pero actores de caballeros, cariñosos, piroperos, hay por masividad.
Me abriste el camino del ego, querido insecto. Me enseñaste a levantar mi pecho y decir: conmigo no, conmigo no.

Y lo otro, nunca, nunca intenses seducir a una mujer, cuando su mente y corazón están en una persona de verdad. Porque como te diste cuenta, hueón, tú creyendo ganar por puntos, este pechito te ganó por Knock-out.

Gracias por la bebida en parque Bustamante.


Y me di cuenta por sobretodo, lo que incomoda la sobre exageración de atención, es ostigante. Algo nuevo aprendido pequeña muchacha pájara samsa (:

Sí, soy una mujer que se pasa rollos y piensa más de la cuenta y que a veces el problema es pensar de otra manera, pero puta que soy viva en captar las intenciones de los demás.
Doy gracias no sé, a Alá, a Nemesis, a la Pachamama, Mamaoclo, Quetzacoatl, a Mufasa, Chuck Norris, Homero, Safo, Júpiter, Afrodita, Freud, Quijote de la Mancha, Dulcinea del Toboso, Edipo , Electra, Penélope, Eródoto, Sócrates, Juan Pablo Castel, Augusto Pérez. A Esteban Trueba, Niño enloquecido de amor, Picasso, Joan Miró, Kandinski, Séraphine Lois. Y a todo ser grande para mí.
Por tener el sicoseo, sí doy gracias, ahora doy gracias que estoy aprendiendo a usarlo.



Una intenta conocer personas interesantes, pero de verdad cuesta. Tu filosofía como estudiante me vale callampa.

Pudimos haber sido grandes amigos, pero la cagaste, juntaste en ti mis males en uno, corazón.


jueves, 2 de junio de 2011

Shhh

He aquí el silencio.


De qué me sirve escribir lo que pretendo si siempre cambian en una letra mis opiniones, de qué me sirve pensar de una manera si pienso peor que antes.
De qué sirve que me siga lamentando si retrocedí demasiados peldaños.

Lo que siempre fue seguro ahora es una cuerda floja, el hilo firme se cortó, lo corté, me lo cortó, jamás lo afirmé, jamás lo cambié.


El tiempo me cocerá completa, y estas serán las últimas palabras que usaré como recado concreto.



Está decidido, lo haré. Que me esperen los árboles.



Te juro que fue la última vez que me viste así.