No puedo dormir, y he vuelto a sentarme en este escritorio y te redacto unas líneas.
Es tan fuerte, no puedo irme y saber que ni por mente estás acostada conmigo.
Pero te escribo, que por mientras debe ser esto lo más intenso que quiero que llegue tus ojos, y sentir que me añoras tanto como yo a ti.
Me vuelvo loca, una loca muy loca, sin acciones relevantes, más solo la atracción de verte a través de una pantalla que simulan el contacto de nuestros cuerpos a la hora de charlar.
Por más que quiero que los días pasen y tenerte a mi lado, aquí no me favorece, el tiempo estando juntas se hace tan pequeño y la distancia abunda cerca en mis entrañas.
Amor, deseo tanto dormir contigo esta noche, colocarme bajo ese pecho suave y de respiración mi nombre en lo alto de tus montañas.
Quisiera contar cada parte que humecta en mis huesos, los besos y alardes que sumerges en mí cuando descansamos al amor.
Vida, porque lo eres, mi vida, mi máxima inspiración, yo que daría todo por ti, por nuestro bien, tú eres mi bien. Lo eres más que nunca. Mientras oscila tu cabello en los andares cotidianos, el viento sopla a mi favor, y ahí es cuando llegan a mí los segundos del tiempo, transformados en aromas candentes que prenden más el goce enamorado que está a la entrada y al final de cada pasillo.
Me gustaría cantarte nuevamente, decirte las notas tan agudas al son del arpa que nacen de tus dedos, jugar a pequeñas mariposas soñando ver la luz de la luna, y haciendo dibujos con las estrellas, marcando diferencia en tu rostro maduro.
Te amo, te amo y no puedo dejar de escribir que te amo mujer de mí,
y te pienso, te deseo, me muevo, me paro y me voy acostar, con el puño entrelazado a esos labios que saben decirme el secreto del cielo en nuestros corazones.