El ambiente anunciaba con claridad que la tormenta marítima estaba aproximándose. El cielo endurecido, ululaba expresiones quejumbrosas con el fin de degradarse y buscarse algún refugio, para luego comenzar su expansión en tan amplio lugar.
La arena giraba en direcciones contradictorias generándome un malestar a la visión, y a su vez, podía sentir el furor del ancho mar por medio de los vientos, que trataban de desvestirme y echarme a patadas del sitio en el cual habíamos hecho el amor la noche anterior.
Sin embargo, no tenía en mente marcharme y dejarla sola. Ya sabía las consecuencias del oleaje interior al chocar con los cuerpos, y la fuerza con que ejerce su llegada mensual. Sé con exactitud la razón de la banderita roja y por qué hay que irse y estar lo más lejos posible. Pero ya es costumbre, yo la aguanto.
Un oleaje más, una tormenta más, no me desanima, porque es normal. No dejaría a Matilde sola aunque me lo pidiese, porque no es lo que quiere, sólo teme lanzarme contra la pared con su simpatía y descargar conmigo el enojo que le produce la menstruación los veinticuatro de cada mes.
Al final de cuentas...así es la naturaleza, así son las mujeres.
2 comentarios:
que variedad de imaginarios son esos días, genial este, sin duda una tormenta arrecia y bambolea todo navío, incluso aquellos solidarios
besitos de luz
ten una semana buena y wuena:=)
que tengas buena suerte en las prubas coef dos!!
las mejores energías!!
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