BLA BLA

lunes, 23 de mayo de 2011

Día uno

Ya puedo decir que empecé. Este día me hizo marcarlo como el número uno. Nunca escribo sobre el inicio del día en que estoy con la esperanza que servirá, pero aprendí que de hoy sí tengo motivos, motivos muy de adentro.

Anterior a este querido día, supuse que ya nada tendría vueltas, pero siempre hay que partir por algo, o que llegue algo mísero a tus pies sin necesidad de buscarlo: mi soledad llegó, una soledad que sentí por unas horas ( eternidad), horas de mi tiempo que dediqué en generarme de a poco un espacio, un dato anexo que me hizo lograr el sentirme completamente sola. Y me dio gusto, porque le gané al pensar: comencé a poner mi cuerpo sobre la mesa y mostrarme, he de aquí decirme por mi nombre, por lo que soy, y no por esa falsa sombra que me venía siguiendo.


Iban a ser las cuatro de la tarde, aun con la resaca de haberme equivocado otra vez contigo, aun con la ganas de no hablarte por unos días, aun con el lápiz estudiando por inercia, aun pensando en ti, en ti mi amor. Y pensando en que se me hacía tarde para mi pequeña actividad.

Recibí el mensaje de mi amiga diciéndome que llegaría más tarde, solo un poco más tarde de nuestra hora, en fin, arreglé mis cosas y me dirigí a Baquedano.
Eran las cuatro con veinte, el telepizza estaba rodeado de los otros y yo, cada uno de nosotros esperando a la persona que nos recogería para iniciar el camino a nuestros espacios. Me coloqué en una parte de la rejilla peatonal a esperar, esperar su llegada. En ese entonces, a mi lado se encontraba una joven blanca, de labios rojos y carnosos, vestida de minifalda y calzas negras, uñas negras, pelo rojizo y rizado, mirando al cielo cada vez que podía para cubrir su impaciencia.
En el extremo de la rejilla había una muchacha lesbiana, se notaba lo que era por su parada, dónde ajustaba sus cinturones ( cadera, que se notara el boxer), las zapatillas con caña y cordones llamativos, el peinado, sus manos, y la mirada de macho dominante esperando con exasperación la llegada de su hembrita.
A las afueras del local, se encontraban un grupo de personas trabajadoras con sus celulares de última generación pegados como imán a la oreja, que al igual que las mujeres que describía y yo, esperábamos, solo esperábamos. Ya iban a ser las cinco de la tarde.

Pasada dicha hora, me llega un mensaje al celular indicando un retraso más de su parte. Me generó molestia, así que fui al centro de llamadas que estaba a unos metros y llamé.
Cinco y media fue la hora que salió de su voz, acepté y decidí seguir esperando.

Al salir del centro de llamadas, fui a un kiosko ubicado en Alameda y me compré cigarrillos baratos: un cigarrito siquiera por la espera, digo yo.
Volví a mi lugar en la rejilla, la joven de pelos rizados y rojos se había marchado, quedábamos la macho y yo, las otras personas también se habían ido.

La hora avanzaba, iban a ser ya las cinco y media y no llegaba nunca, empezó a bajar el sol y a correr con más ímpetu la frialdad del viento. Saqué mi chaqueta de la mochila y me la coloqué, aproveché de cepillarme el pelo asqueroso y pegoteado que andaba trayendo, me lo desordené, saqué mi espejo y vi ese rostro que trabaja para ser el mismo, me veía linda, debo reconocerlo, excepto por las espinillas que nunca se me van. Pasaron cinco minutos después de haber terminado mi acción y la machito se fue, pero se fue sola, se aburrió parece. No sé, pero yo ya estaba enojándome, iban a ser las seis y me llegó justo un mensaje de mi amiga.

Viene en camino ¿ Recién? ¿ Qué mierda se cree? No es ni alguien tan importante ¿ y debo esperar? ¿ Por qué no me voy? ¿ Por qué sigo aquí? Estoy cagá de frío, quiero un café.

A estas preguntas resolví una gran hipótesis ¿ Con qué derecho estoy alegando, si a lo mejor estoy pagando de una forma bien sólida la espera? ¿ Será que esta espera es el símbolo de la espera real que estoy viviendo y debo seguir como tal? Recuerdos en mi cabeza comenzaron a bailar con el viento que cubría mi cuerpo, aun así me enojé por tanto rato esperando.

Me llamó varias veces, diciéndome que ya llega, que ya viene, que ya está aquí, blah blah. El aguante entre el frío y su puta llegada me hizo pensar más que de costumbre y determiné lo elevado de mis errores.
Llegó la cruda soledad.

Ya eran más de dos horas esperando, todo este tiempo aguantando una llegada de cualquier persona, sintiendo que fueron esos tres meses que te perdí y estos nuevos días que viviré hasta saber volar y por qué debo volar. Miré el cielo y no volaste, miré los árboles y no había nido dónde esconderme, miraba la muchedumbre para hacer un milagro y aparecerte, te quería de verdad, te quería en mis brazos pero sin tocarte, no hablarte. La soledad no pudo conmigo, yo pude con ella, cada memoria la guardé en mis manos heladas y me las eché a la boca, contando cada instante del frío en mis venas, como la mejor opción para seguir avanzando en la espera real que debo hacer.

Al final de cuentas mi amiga llegó, bien tarde, demasiado tarde, pero llegó. Inició su retraso con ese gesto de invitación amigable y bueno, tan bueno que me ayudó a montar las calles y a caminar sin quedarme atrás.

A pesar de esta actividad, reitero que sigo en la rejilla esperando.


One




No hay comentarios: