BLA BLA

domingo, 19 de junio de 2011

Bel & Marian

Terminé lo que faltaba en casa de mi prima, unos retoques donde cada pared era un símbolo colorido de lo que sentía extraño dentro de mi cuerpo. Me acosté tarde, pero costó que durmiera, nervios tontos que me hacían imaginarte, ahí, viéndonos frente a frente, por primera vez después de un largo año lleno de acontecimientos que yo tuve que soportar y, tú alejándote, yéndote, pero con el previo aviso que volveríamos a comunicarnos. Así fue, y yo te propuse, insistí en que al fin sucediera el conocerte. Quedamos.

El día había llegado, por fin, me levanté media justa, mi tía por más que trató de cocinar rápido, comí lo del día anterior, pero ella entendía que este día era lo más sagrado para mí. Mientras digería, vi el reloj que pronunciaba sus pasos como imponiendo fuerza en que me apurara. Eran las dos y cuarto. No me comí todo, solo quería llegar al metro y que el momento pasara. Fui a arreglarme y en ese momento recordé que no tenía cómo llevarte aquello, así que acudí a la ayuda de mi prima y me pasó una bolsita muy linda de bebé, donde empaquetan regalos grandes para los recién nacidos, mi regalo quedó perfecto.

Durante el camino solo pensaba en qué sucedería cuando te viera, recorrí un pasadizo que me llevaba por todo el año en que sólo conversábamos por la virtualidad, y que al fin, al fin, sí, al fin iba a verte, escuchar tu voz, oler tu esencia... nervios. La gente me colocaba más nerviosa porque todos miraban la bolsa que llevaba (era llamativa, no por el color sino porque el tamaño que me cubría las piernas, y yo soy una enana), pero me distrajo el hecho de andar así, porque en poco tiempo llegué a mi primer paradero: Las Rejas.

En el metro pensaba en el miedo que iba generando mi dolor de estómago, no sé, tonteras que piensa una cuando va a conocer a alguien, esa inseguridad que me ha acompañado desde pequeña, se hizo más presente el día de conocerte. Fue tanto el miedo que pensé en devolverme, lo pensé demasiado, pero no lo hice. Era incapaz de cometer ese delito si lo único que pretendía este día, era estar contigo, expresarme a ti.

Llegué entonces, en menos tiempo que mi primer paradero, a nuestro punto de encuentro: Metro Toesca.

Salí a una de las boletarías y me instalé, coloqué la bolsa entre mis piernas y saqué mi teléfono celular. Eran las tres con veinte. Quedamos a las cuatro de la tarde. Soy magnífica! - pensé, esa puntualidad que me cuesta, pero este día lo logré en un récord implacable.

Los minutos pasaban y mis manos empezaban a sudar, de pura ociosa saqué de nuevo mi celular y comencé a grabar tonteras con voz infantil, y al mismo tiempo observé la hora y ya se acercaba nuestro momento. Pero estando parada ahí dudé: miré hacia el lado y noté la otra salida del metro, dudé en que a lo mejor saldrías por aquél lado y no por donde yo estaba, así que te llamé…efectivamente había llegado, así que agarré la bolsita y fuí rápido hacia la otra salida.

Subí las escaleras con unos escalofríos que se notaban en la frialdad y sudor de mis manos, hasta que llegué a la boletería y ella me vio primero. Yo la observé, nos acercamos, nos dimos un abrazo, y le dije una hola medio tiritón y sonreí, ella de igual forma me respondió. (Cuando te vi, amor, cuando miré por completo con todos mis sentidos, sentí eso que no muchos creen, no sabía ni como llamarlo, pero solo supe eso tan grande que uno siente a primera vista, al tocar con el viento tus ojos) Bajamos por el otro lado del metro para ir al parque Forestal.

Calladas íbamos en el vagón, y para generar conversa, le comenté el hecho de esperarla en la otra boletería del metro, solo me sonreía. No sabía que otras cosas comentarle, y las veces que le decía algo me contestaba de una forma no muy simpática. Su tono de voz no era lo que yo quería escuchar y yo entre nervios y estupidez, le decía que era una pesada.

Cuando al fin llegamos a Forestal, notamos la masividad de gente que había, era obvio, era sábado y la juventud se esparcía por todo el parque. Nos encontramos con grupos de gente que teníamos en común pero no queríamos incluirnos, el día era de nosotras. Marian y yo.

Dentro de toda la gente, nos pusimos en una parte donde podíamos verlo todo, nos sentamos en el pasto. El rato pasaba y no había comunicación, me empecé a sentir fracasada. Y yo sabía que si queríamos hablar era yo quién debía partir, porque de cierto modo siempre supe que era más callada que yo. Sin embargo, de repente, me habló: Me gustan tus ojos, te los voy a quitar. A esto le respondí una confesión: A mi no me gustan tus ojos, me gustas tú.

Ella respondió preguntándome si era cierto lo que le estaba diciendo, yo por supuesto asentí. Y ahí quedó la conversación.

Igual esperé algo, pero no, disimulé. Entre tanto, surgieron intercambios de palabras, y cuando opté por colocar mi cabeza en tu cuello( huele tan bien, vida) me abrazaste. Estando ahí pensé en besar Tu mejilla. Al hacer este acto, no fueron mejillas las que toqué, sino tus labios, sentí la suavidad de tus labios pintados, la humedad. El roce tan lindo que estremeció mi cuerpo, cerré mis ojos, y sentí que era la mujer más feliz de la tierra. Fue el beso más hermoso y sincero que recibí. ( lo llamamos tú y yo: el beso labial). Estuvimos mucho rato abrazadas. Me gustaba la idea de colocar mi cara en tu cuello, sentía tu esencia. A ratos, solo a ratos, me daba risa cuando notábamos que se aproximaban personas y me decías: Viene gente normal. Me reía tanto, a lo mejor exageraba pero aún estaba nerviosa y me derretiste más cuando me dijiste: Te quiero.

Yo también - le respondí.

No quería despegarme, era el día tan perfecto, pero se hacía tarde y nos debíamos marchar. Cuando llegamos al metro, nuestra despedida, notamos que además iríamos por diferentes lados. Quise besarla, pero la gente estorbaba todo. Al despedirnos nos abrazamos, ahí me dijo pausadamente: te amo.

Le respondí un yo también con suspiros entremedio, le besé la mejilla y nos quedamos de ver nuevamente. Le pasé la bolsita y se marchó. Me fui de vuelta con el corazón vívido, con un respiro diferente, todo por haberte conocido.

- F: Si se fijan por acá, esta el metro Toesca, mi departamento queda a diez minutos.

- D: Sí, yo vine una vez con Tomás por acá, y tú Cony…ubicas aquí?....Cony….

Recorrí nuestro primer día, mientras caminaba después de clases al departamento de un compañero…



Bebé te ama, siempre.

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